6/9/15
Ahora me vine a echar al cuarto de las chicas, está muy confortable. Me han dado una serie de extractos y verduras que según dicen me harán mucho bien. Al venir a Cusco uno se imagina comiendo chicharrones o pizzas, pero ahora estamos en etapa de re-escribir la historia, así que me cae mucho mejor probar algo nuevo.
Hoy llegué a Urubamba, pensé que el viaje sería peor o más pesado, pero viendo bien, tranquilamente uno puede darse su escapada un fin de semana cualquiera. Ahora estoy en una casa de retiro operada por un grupo de chicos argentinos. Es curioso cómo la gente va forjando su camino, todos tienen distintos motivos o detonantes, sin embargo al final de cuentas todos van avanzando hacia un destino en común.
Vengo de estar 2 meses (en verdad son 2 meses) tosiendo permanentemente en todo sitio, lugar y circunstancia; recibiendo compasión y recetas caseras de mis propios pacientes y cuanta persona que se tope conmigo por más de 5 minutos. He tomado jarabes, antibióticos, antihistamínicos, caramelos, preparados, gárgaras y lavados; de todo pero nada. Nada me quitaba la tos o el malestar de llevar varias semanas con dolor de costado, disfonía, malas noches y pobre control sobre mi vejiga gracias al efecto valsalva.
Normalmente, cuando las cosas van mal o una está equivocada, puede seguir yendo cuesta abajo gracias a que lo "malo" es invisible o no se percibe en forma palpable, entonces no se logra notar la diferencia. Sin embargo ahora sí me tocó en el ego, me movió muchísimo ver y darme cuenta de que no tenía fuerzas. Estaba sufriendo, sí, sufriendo pero no por la tos per se.
Me pongo a pensar en los primeros días de Agosto, había llegado a Lima para una certificación en Terapia Craneosacral, la noche anterior al curso no logré dormir más que un par de horas por una crisis de tos que me cogió en seco y finalmente me hizo optar por rendirme. Era una inminente sensación de ahogo, no era tos, era asfixia. Dicen que el alma sana a través de la enfermedad del cuerpo y sí, yo sabía que estaba tratando de ahogar y asfixiar ciertos aspectos en mi persona, pero estos eran tan vitales que no estaban dispuestos a ser enterrados sin dar batalla. Antes habría de morir yo.
Me pongo a pensar en los primeros días de Agosto, había llegado a Lima para una certificación en Terapia Craneosacral, la noche anterior al curso no logré dormir más que un par de horas por una crisis de tos que me cogió en seco y finalmente me hizo optar por rendirme. Era una inminente sensación de ahogo, no era tos, era asfixia. Dicen que el alma sana a través de la enfermedad del cuerpo y sí, yo sabía que estaba tratando de ahogar y asfixiar ciertos aspectos en mi persona, pero estos eran tan vitales que no estaban dispuestos a ser enterrados sin dar batalla. Antes habría de morir yo.
En Hawaii (noviembre 2014), me hice consciente de mis dones y al mismo tiempo apareció el compromiso, la enmienda. Mi don es la Canalización, es decir, recibir información de fuentes elevadas que me guían a la hora de ayudar a otras personas y al escribir mensajes que me son dictados. Supe que para utilizar los dones al servicio de las demás personas y vivir mi Propósito Personal tendría que abandonar varios aspectos en mi vida, El Morya me lo dijo, sin embargo estaba yo tan apegada a mis cosas y rutinas que en verdad opté por no aceptar el compromiso. Habían pasado 4 años fuera de casa, renuncié a un gran trabajo y vida en Lima con tal de volver a Arequipa y emprender una vida en familia. Hacía tan solo unas semanas que volvía a trabajar y vivir ahí y ya se me estaba pidiendo un nuevo cambio. Es extraño, luché tanto para encontrar Mi Camino, y al tenerlo frente a mi, no pude o no quise andarlo; preferí vivir la vida que yo quería en vez de la que me correspondía.
Los últimos meses he luchado por echar raíces, tanto en el trabajo como en casa. Empecé la construcción de un centro con la intención de atender a niños y personas tanto como médico, sanadora y artista. Pensaba que podría cumplir mi enmienda en forma paralela al desarrollo personal y llevar una vida "normal". Me mudé con mi novio, criamos unos conejitos y un perrito, hablamos de matrimonio e incluso paternidad a mediano plazo. Deseaba llevar una vida en familia, un trabajo en ciudad; en verdad deseaba que funcionen las cosas. Sin embargo nada avanzaba, todo se ralentizaba y estancaba. Me sentí muy triste por ello, me preguntaba por qué sería así si la intención que tengo es buena y que también es parte de mi Gran Propósito trabajar como médico. Yo amaba a mi novio... por qué no se daban las cosas?
Esa noche en Lima, vino el ahogo, la agitación; había tosido más de 50 noches corridas y sin embargo esta vez era diferente. Entonces pedí que se me indique qué sucedía:
- Si no vas a escucharte, tampoco hablarás.
Era mi ser quien hablaba, me sabía y sentía diferente; mi cuerpo estaba totalmente demandante y no me dejaría continuar en la mortal ignorancia. Me levanté y me vi al espejo, no me reconocía, no era yo. Había envejecido en ese par de meses, el brillo en mis ojos no era el mismo, sentía mis piernas temblorosas, mi piel cansada, mi sonrisa apagada. Entonces, sólo le dije
- Ya no puedo más.
Al día siguiente empezó el curso y durante el almuerzo fuimos a un restaurant vegano. Una chica se acercó a ofrecer una lectura de tarot y de inmediato tuve un impulso, como que mi cuerpo me decía:
- Ve con ella.
Ya tenía que volver a las clases así que opté por volver al final del día. Acabando el curso me fui literalmente corriendo al sitio, la encontré. Nos sentamos, saqué mi grabadora, la puse a un costado. Me dio las cartas, las barajé, soplé y dije mi nombre en alto, luego se las entregué. Las dispuso en forma de cruz, la línea horizontal es la línea del tiempo y la vertical la del espacio. La carta de La Sacerdotiza estaba al norte y debajo la de la indecisión, la desintegración, los miedos. A su izquierda la del Emperador. A su derecha La Muerte, al sur el Diablo.
- Eres una bruja.
Fue lo primero que dijo. Abrí los ojos como quien encuentra la aguja en el pajar tras haber estado todo el tiempo sosteniéndola entre los dedos.
- Tienes la Carta del Conocimiento junto a la Sacerdotiza, la información te viene de arriba, la tienes dentro de ti pero no la expresas, no la vives. Eso está restándote vitalidad. Actualmente te está pidiendo, demandando, ordenando que asumas tus dones y que los vivas en la Tierra. Ya.
Rompí en llanto.
No estoy segura si lloraba yo o lloraba la Bruja en mi. Sentía que era el quejido de alguien que hubiera estado deseando que me digan esas palabras, alguien que hubiera estado amañatada en el fondo de un sótano o calabozo, esperando porque pase alguien y la libere. Sentí sacudirse todo mi cuerpo, como si respirara, la tos se hizo súper intensa. Me fue a traer un vaso de agua, lo bebí y prosiguió:
- Estás aún a tiempo de asimilar tu aspecto Femenino y tu Brujería, pero tiene que ser ya. Está muy demandante y si no lo haces por cuenta propia, empezarán a darse las cosas sin tu consentimiento.
Lloré toda la lectura. Sentía dolor por haber estado así, sentía alivio porque entendía que no sería por mucho tiempo más. El dolor me venía por la negación. Estuve los últimos 3 años batallando con medio mundo, destruyendo creencias y barreras alrededor mío para poder llegar tan lejos como deseara. Busqué conocimiento, entendimiento, anhelé la sabiduría como lo más preciado en mi vida. Aprendí a ver lo bueno en todas las personas, supe lo que era amar sin condiciones, sacrifiqué varias cosas por mis seres amados, era capaz de entregar mente, alma y voluntad a una consigna en la que creyera. Podía hacer lo imposible, pero no pude aceptarme a mi misma; en la tarea de amarme y vivir como realmente me correspondía, era yo la más cobarde.
Era médico, sí; era novia, sí; era hija, sí; era buena persona también. Pero me avergonzaba ser Bruja, Hechicera, Alquimista, Profeta. Me sentía incapaz de hacerlo, no quería asumir la responsabilidad, temía mucho ser mal vista, dejar atrás mi vida “real”. Temía el exilio, la renuncia a la vida como yo la conocía, a la idea de formar un hogar "normal". Me dolió en el alma darme cuenta que fui yo mi peor juez y enemiga.
Era médico, sí; era novia, sí; era hija, sí; era buena persona también. Pero me avergonzaba ser Bruja, Hechicera, Alquimista, Profeta. Me sentía incapaz de hacerlo, no quería asumir la responsabilidad, temía mucho ser mal vista, dejar atrás mi vida “real”. Temía el exilio, la renuncia a la vida como yo la conocía, a la idea de formar un hogar "normal". Me dolió en el alma darme cuenta que fui yo mi peor juez y enemiga.
Una vez acabado el curso, retorné a Arequipa. Mi alergia se había incrementado exponencialmente. Hice crisis de hipertensión, trastornos de coagulación, intolerancia hasta los mates y suplementos vitamínicos. Mi cuerpo no quería aceptar nada. Me puso en jaque.
En unos días más vendría una certificación en Autismo y TDAH, ésta sería en Bogotá y pese a que estaba agobiada, tenía y quería ir. Me dije que sería la última capacitación en buen tiempo, que de ahora en adelante me permitiría explorar o disfrutar más de mi misma, todo ello sería cuando vuelva.
Fue sólo cuestión de días. Mientras paseaba en Bogotá llegó una carta sorpresiva de cese de contrato: había perdido mi trabajo en el hospital. Después siguieron las otras depuraciones, el sumergimiento en el pánico que finalmente me trajo claridad, claridad mental. Primero vino el quiebre, luego vine yo.
Una vez ya sola en la habitación, hice el ejercicio de la Auto observación que me enseñó D. (el facilitador del retiro) y entonces me recosté, cerré los ojos y empecé a percibir cada parte de mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta la cabeza. Posteriormente empecé a miras más y más adentro, hasta ver un ser alado y luminoso que se encontraba en cuclillas, como arrodillado y sus manos en posición de oración, el rostro elevado al cielo. Me dirigí hacia su rostro y vi que tenía los ojos cerrados. Me fundí con ese ser y miré a través de sus ojos, vi pasar todas mis emociones de miedo, crítica, incertidumbre, pena, angustia, inseguridad, etc. Los vi pasar y a través de esta posición lo único que me inspiraban era un sentimiento de calmado agradecimiento, como si todos fueran diferentes aspectos de una misma cosa. Como tener un pastel glaseado con lentejas dulces decorándolo, son todas diferentes pero van a lo mismo y están ahí por el mismo motivo: Añadir una textura nueva, añadir un sabor diferente o decorar; no simplemente endurecer el pastel. Todas estas vivencias difíciles tuvieron un propósito mucho más grande y valioso que la simple minucia de generar dolor. Estaban buscando despertar...me.
Miré todas las emociones de baja vibración desde mi Ser más grande y todo se emparejó. Sin embargo el Ser aún no abría los ojos y pude oír en mi corazón