Es como los cuadernos al inicio del año escolar, todos tienen esa dureza y blancura especial que sólo los cuadernos nuevos tienen, con su forro y etiqueta nuevos, todos dispuestos a ser utilizados, hojeados y ensuciados. Como aquellos lápices que tienen ese frío particular de aquellos que aún no han sido utilizados ni han pasado un mayor trajín; están dispuestos a ser utilizados, tajados, mordidos y hasta astillados.
Así pintaba ese nuevo año: Nueva vida, nueva ciudad, nuevo estado, nueva ocupación, nuevo hogar, nuevo clima, nuevas sábanas y lámparas... Pero yo estaba demasiado cargada mental y espiritualmente que sentía que tenía un alma de 100 años. Era la primera vez después de 9 años que tenía un descanso y un pare de toda esa rutina loca llena de guardias, exámenes, visitas, historias clínicas, repasos, bancos de preguntas o grupos de estudio. Era un descanso que, aunque fuera voluntario y planificado, no fue fácil disfrutar desde el inicio.
Jo. había iniciado su residencia y con ello la etapa más importante y valiosa de su vida profesional, su mente y voluntad estaban en ello. Por mi parte, mi meta autoimpuesta era "hacerme mujercita", llámese decorar mi casa, planchar el dobladillo de la camisa apropiadamente, elegir el correcto popurri para el baño y hacer pastel de papa. Según mi cerrada y ridícula idea construida a través de los últimos años viendo Utilísima (en Cable) y esa concepción que se le arma a una desde aquellos tiempos en que juega a La Cocinita con piedras simulando papas y papel periódico como hamburguesas.
Había ingresado a la universidad cuando estaba aún en el colegio, tenía definida mi sede de internado antes de acabar la Universidad. Con los trámites de titulación y demás, se me vino encima el trabajo rural y poco antes de terminarlo ya estaba definido que viviríamos en Lima. Así, en un abrir y cerrar de ojos, habían pasado mis años dorados de juventud y locura: entre libros, clases, prácticas y grupos de estudio. #Yeeee
Momentos libres habían, claro que sí! El tema es que en mi esquema me era imposible (casi imposible) pasar un tiempo a solas o dedicado netamente a mi misma, haciendo las cosas que sólo me importaran a mi. Amaba diseñar y coser bolsos, bordar casacas, decorar mesas o estantes, amaba escribir, tejer, decorar carcasas de celular y también leer (cosas que no sean Medicina!) pero teníamos esta especie de contrato con las personas más queridas en ese entonces que decía " Si me amas, querrás pasar todo el día conmigo", de tal manera que entre paseos, fiestas, cenas, picnics o conciertos, nuestra identidad se iba haciendo colectiva y casi nada individual. personalmente hubieron momentos en que no sabría distinguir donde acababan mis prioridades y donde empezaban las necesidades de los demás.
Entonces, olvídate. Tejer? Escribir? Pintar? Bordar? Esas cosas no son para hacer en grupo y mucho peor, no eran cosas dignas o válidas para alguien que tenía tantas cosas importantes en sus libros de Medicina por memorizar para responder adecuadamente las preguntas de los exámenes, y entonces poder tener un futuro exitoso y feliz.
Recuerdo con ternura esa mañana de San Valentin en Lima, la casa estaba vacía y desperté con un lindo presente en la mesa de noche, no disfruté tanto de la pieza de Ilaria como lo hice con el bello contraste e imagen que pintaba la cajita azul con ese bello listón rojo burgundy. Fue mi primer amanecer consciente, fue como que pude permanecer en cama más tiempo, disfrutando simplemente de la imagen y el reflejo de la luz por las cortinas en esa mañana. Miré al techo, contemplé el diseño del cubrecama, era floral, azul y blanco (nadie era hincha del Alianza Lima, sólo me gustaba el azul), me percaté de lo suave de la almohada, lo agradable de la temperatura en esa época del año y el dormir con un ligero camisón. Mi cabello y sus rizos sueltos, suaves, no tenía por qué levantarme aún. Nadie esperaba por mi, no tenía que atender pacientes ni hijos, no tenía que cumplir con nadie, en verdad no había motivo para preocuparse, era como si era El Mundo y Yo.
Había pasado semanas sintiéndome mal por pasar tanto tiempo sola, tener a mis más recientes mejores amigas en otro continente, no tener un trabajo, no tener público a quien presentar exposiciones, no tener nada que entregar ni nadie esperando mayor cosa de mi. Estaba en una especie de limbo, casi como aquella escena de la película Una Historia Extraordinaria en la que el muchacho sufre por una tormenta y ésta se lleva todas las reservas de alimento, el pequeño techo que se había improvisado y finalmente el cuadernillo con sus memorias. Lo dejó totalmente desnudo de posesiones o recuerdos; a la mañana siguiente el escenario era impresionante, para mi muy conmovedor y revelador, era como si de pronto hubiera perdido todo pero a la vez todo el mundo fuera suyo.
La primera gema por cultivar y entregar es la Obsidiana. Esta es un piedra de origen volcánico, lava que no llegó a cristalizar, con una estructura atómica desordenada, muy inestable. Es la piedra de la justicia y te enfrenta a la verdad, la potencia. Es despiadada a la hora de enseñarte aquello que te ha estado atando, bloqueando, quitando presencia en el momento presente. Todas aquellas cosas que entretienen tu mente, distraen tu conciencia y te mantienen en el olvido.
Inicio con la Obsidiana porque para emprender la ascensión es necesario liberarte de aquellas cosas que impiden vivir el momento presente, poner las cosas en perspectiva y darte cuenta de aquellas cosas que haces y que no contribuyen a tu desarrollo espiritual. Las relaciones, el trabajo, el deseo de éxito, la familia, las posesiones, el físico, el dinero, la política, etc, impiden ponerte en el momento presente y verte a ti mismo como un ser único, llenan tu mente y de pronto olvidas que tu propósito como ser humano va mas allá de agradar a los demás, de realizarte como profesional e incluso de tomar un rol y un sitio a la hora de la cena.
No hablo de alejarse de la familia o las metas, hablo de descubrir que el fin último no son ellos, podemos tener una vida profesional y familiar maravillosa, eso está bueno y es excelente poder lograrlo. Son una compañía, no son el propósito, y cuando pretenden ocupar el lugar del propósito, pasan más bien a ser distractores. Tampoco se trata de quejarse, no sentirse contento o criticar lo que sea que se haga a diario; se trata de darse cuenta que todo lo que se está haciendo es una ilusión, que lo que yace en el subconsciente es la única verdad, y esta necesita ser despertada y traída a flote. Y darse cuenta de esto, es un dolor profundo, por eso es que la gran mayoría prefiere seguir viviendo en el Sueño del Mundo.
Es curioso que es necesario perderlo todo para por fin poder abarcarlo todo, es necesario fundir todas las expectativas, creencias, ideas aprendidas, conductas y preceptos conocidos en lava, como la Obsidiana. Preguntarse que quizás lo que llamamos "Vida", no es otra cosa que una danza en la que todos bailan una canción que no llegan a escuchar. No tiene sentido.
Identificar, aceptar y amar mi nuevo estado vacío de ocupaciones era como tener el cuaderno nuevo más importante, bello e insondable de mi vida; y era hora de empezar a escribir en él.
Identificar, aceptar y amar mi nuevo estado vacío de ocupaciones era como tener el cuaderno nuevo más importante, bello e insondable de mi vida; y era hora de empezar a escribir en él.
- Date cuenta de tu respiración, aunque sea unos segundos al día.
- Mira tus manos e imagina cuántos músculos, precisión, sangre y electricidad para hacer los movimientos necesarios para amarrarte las hileras de los zapatos.
- Procura pasar al menos un momento (consciente) a solas. El tiempo en la ducha tb puede contar, pero que sea consciente.
- Imagina que hay un espejo sobre tu cabeza, reflejándote a unos 1000 mts de altura, si alzaras la cabeza a ver dicho reflejo, qué verías?
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