Oh las citas. De niña me alucinaba viendo Candy paseando por los rosedales con Anthony, a la Máscara bailando mambo para seducir a Cameron Díaz y Sabrina retornando a casa después de ir por malteadas con Harvey. Yo también quería algo de eso.
Escena #1
Me sacó a bailar, conversamos, me acompañó a mi casa y luego de un tiempo me llamó y empezó a visitarme. Salíamos alrededor de mi casa, yo le contaba de cómo había jugado Tekken ese día, el de sus planes de estudiar medicina.
Escena #2
El amigo que nos presentó pasó a ser Il Postino. De lunes a viernes estábamos en el colegio, no había celular y vivíamos de polo a polo en la ciudad, ellos eran amigos del barrio. Recibía cartas casi a diario, cada una con más promesas de amor que otra. En las tardes hablábamos por teléfono por horas y todo el tiempo era un corazón con "tú y yo".
Escena #3
Pasaron los años y ya de adolescentes nos tocó sentarnos cerca. Volvimos a ser amigos. Me acompañaba a la salida, me jalaba suavemente el cabello y en las fiestas de la clase sólo me sacaba a bailar a mi; osea: se moría por mi. Y yo estaba más contenta.
El dragón #25 te hace traer a tierra todas esas fantasías que se sembraron en las estrellas durante la niñez. De pronto uno quiere estar así en el cuento de hadas, piensa que si aquel fulgor del primer encuentro dura varias citas, ha de ser real. Y entoces durará.
Escena #1
Me sacó a bailar, conversamos, me acompañó a mi casa y luego de un tiempo me llamó y empezó a visitarme. Salíamos alrededor de mi casa, yo le contaba de cómo había jugado Tekken ese día, el de sus planes de estudiar medicina.
Escena #2
El amigo que nos presentó pasó a ser Il Postino. De lunes a viernes estábamos en el colegio, no había celular y vivíamos de polo a polo en la ciudad, ellos eran amigos del barrio. Recibía cartas casi a diario, cada una con más promesas de amor que otra. En las tardes hablábamos por teléfono por horas y todo el tiempo era un corazón con "tú y yo".
Escena #3
Pasaron los años y ya de adolescentes nos tocó sentarnos cerca. Volvimos a ser amigos. Me acompañaba a la salida, me jalaba suavemente el cabello y en las fiestas de la clase sólo me sacaba a bailar a mi; osea: se moría por mi. Y yo estaba más contenta.
El dragón #25 te hace traer a tierra todas esas fantasías que se sembraron en las estrellas durante la niñez. De pronto uno quiere estar así en el cuento de hadas, piensa que si aquel fulgor del primer encuentro dura varias citas, ha de ser real. Y entoces durará.
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