lunes, 2 de junio de 2014

Cebolla

Me desperté hace como dos horas pero parece sólo "un rato". 
Es curioso cómo pasa el tiempo en diferente velocidad según estés haciendo algo drásticamente pesado o algo sumamente agradable.

Por qué el ser humano será asi? Con esa tendencia a rechazar lo incómodo, lo desconocido, lo demandante. Decir que es por flojera, me parece una explicación muy superficial. Podría profundizar y decir entonces que se podría deber al rechazo al cambio, lo cual me satisface en algo pero siento que aún falta ir una capa más adentro. 


Me hace acordar cuando en el colegio ponían un taburete para que vayas corriendo, saltes, te montes, des un volantín perfecto para finalmente caer derechita sobre tus dos pies y hacer gesto de "Esto lo hago todos los días, es tan fácil como levantarse del water". Yo le tenía PÁ-NI-CO.

Era por flojera? absolutamente no, me moría de ganas de destruir ese taburete. Era temor a lo desconocido? Nada que ver, el hecho de tener que enfrentarme con ese animal de madera era para mi como un cono de Nubeluz: no sabía que había adentro y yo sólo quería darle vuelta o meter la mano. Sin embargo igual me demoré bastante en hacer el primer intento. 


Podría decir que lo que realmente sucedía en mí era que no me creía capaz de lograrlo. 

Veía ese mueble (1.5 mt de alto) sólo 5 cms menos de lo que yo medía en ese entonces... Olvídate, era matemáticamente imposible! no hacía sentido para mi. A eso agrégale que yo era una chiquilla bien despachadita, sólo hacía deporte en Educación Física, tengo fragilidad capilar, soy sambita, aún casi la nueva del colegio, lloraba cuando se reían porque mi letra era fea... osea: NO PUEDO!

Ahora pienso en todos esos autoconceptos y me da mucha risa. Si en ese entonces me hubiera visto en una pantalla a mi misma riéndome a esta edad, probablemente me hubiera puesto a llorar. Es un hecho. Sin embargo, ahora lo veo y lo pienso. Pero qué nena para mas encantadora y fuerte, se necesita mucha fortaleza para aceptar las debilidades y más aún mostrarlas tal cual. La siguiente etapa es localizar también las cualidades y darles oxígeno para que crezcan. 

Volviendo a las parálisis súbitas, llego a la conclusión que las personas evitamos el disconfort, los retos y las dificultades en parte porque no nos gusta, somos todos unos hedonistas, sin embargo tras esa actitud gananciosa lo que realmente se oculta es un letrero en la frente autopuesto y sólo visible por uno mismo, que dice: NO PUEDO. El obstáculo o dificultad no es realmente tan grande, ni si quiera es malo, a veces ni si quiera existe. Antes que concentrarnos en las cualidades o amenaza que signifique dicha circunstancia, enfoquémonos en detectar qué temor oculto o debilidad se siente identificada en esa circunstancia. En el ejemplo del taburete, no era éste un arma mortal (de ser así, mi profesora de Educación Física hubiera estado presa antes de que yo llegue al colegio) ni tampoco era yo alguien tan gordita ni tan descordinada. Lo que sí era cierto era que me faltaba confianza en mi misma. 

No lo hice. La miss me dijo que me daba plazo hasta la siguiente clase. Miré a una de mis compañeritas que era la que mejor lo hacía. Vanessa se llama. Le pedí que se quede conmigo a la salida para ayudarme a entrenar. Entrené, me golpeé y me caí un par de veces pero finalmente me salió perfecto! Finalmente llegó la siguiente clase y ahí estábamos: el taburete y yo. 



Corrí, salté, me monté, me hice "bolita", rodé... me caí. 
Otra vez. En posición, corrí, salté, monté, me hice bolita, mi cuello hizo "craaaaack" (caí en cuenta que Vanessa medía unos 20 cms más que yo, con razón se elevaba tan fácil, genial), rodé, "estoy viva!", me incorporé y caí derechita sobre mis dos pies. Era la primera  niña/mujer en llegar a la luna, había conquistado el mundo.

Me pusieron 15. 
No me importó.


Nota: Gracias a Dios mi cuello está bien.

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