Hemos hablado ya de cuando se es muy duro con uno mismo respecto a los propios #defectos ("El que lo dice lo es") Pero qué pasa cuando también nos aqueja en demasía los defectos de los demás?
Recuerdo que cuando era chiquita, me caía cada nada. Además también hacia caer aquello que esté cerca: macetas, sillas, abuelos, etc. En esas oportunidades, cada que me tropezaba, caía y sacaba la michi; sea quien sea que esté a mi costado, no hacía otra cosa que reirse. Así me caiga de las gradas o me saque sangre, igual se reían los hijos de las mil y un noches. Qué será pero es algo inherente al ser humano.
En las clases del clown, el profe nos decía que justo una de las cosas que hacía funcionar el lazo que establecía el payaso con el público es que el clown manifiesta sus vulnerabilidades, se mete en aprietos y maneja con hidalguía su disconfort en esos momentos. En otras palabras: es honesta y agraciadamente miserable; y a la gente le gusta, le place ver a otra persona en aprietos, hacer el ridículo de forma jugosa. Asimismo se produce además un fenómeno algo extraño, y es que las personas se sienten de algún modo representadas ante esa situación y eso es lo que finalmente le da más calorcito a las risas.
Uno sólo puede percibir, interpretar y revivir emociones en otras personas cuando ya las ha vivenciado en carne propia. Cuando asumes que alguien está actuando de tal o cual forma, sin haberle preguntado o comprobado tu teoría, es porque estás proyectando en esa persona aquello que tú harías o sentirías en ese caso. Sólo puede saber qué se siente en una situación, aquel que la ha vivido antes.
Estaba hablando de un ejemplo obvio con esto de las caídas cuando uno es niño pero si nos movemos a otro entorno más "adulto", veremos que la cosa es la misma. Cuando reconoces a alguien que no se alegra por tus logros, sabes que es posible que exista ese sentimiento porque tú mismo lo has experimentado. O por ejemplo, cuando piensas constantemente que tu novio podría dejarte en cualquier momento, en realidad ni tú misma crees en la relación.
Igualmente sucede para las cosas buenas; piensa en alguien a quien quieras o respetes, es posible que las cualidades que te gustan de esa persona están presentes en cierto grado en tu interior, sino ni te percatarías, no sabrías reconocer esas virtudes o partes suyas si no las tuvieras también dentro de tí. Pero como nadie se queja de estar rodeado de cosas que le gustan, hago énfasis en prestar atención cuando identificamos en otros cosas que nos desagradan.
Quizás es difícil de aceptar, pero muchos de los defectos o juicios que adjudicamos a las personas que frecuentamos o con las que nos topamos; no son otra cosa que nuestros propios defectos/manías/deseos/debilidades, etc proyectados en otras personas. Es más, hasta podría decir que mientras más te encuentres con personas que tienen cierto patrón de defectos, es el Universo hablando en altavoz diciéndote que debes mejorar o equilibrar esos defectos en ti mismo.
Un ejemplo más: No soportas a esa chica de la oficina que es una habladora, excéntrica, avezada? Bien. Ahora pregunto: Qué cosas quisieras expresar más en tu entorno? En vez de quejarte de esa chica habladora, ve y manifiesta aquello que guardas por roche o inseguridad. La chica no es el problema, sólo es un espejo, una oportunidad de darte cuenta de aquellas cosas que te alteran o que podrías trabajar en ti mismo.
Así que a la próxima que quieras señalar a alguien de mentiroso o mediocre, mírate a ti mismo. Quizás los pasos que esa persona andó para ganarse esa etiqueta que le estás poniendo, hayan sido andados por ti primero. Es bueno saber que se tiene el control, es feo saber que se tiene la responsabilidad.
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