viernes, 25 de julio de 2014

Dios éter, eterno

Hace unos días, cuando acabé una conferencia y guardaba mis cosas, se acercó un panelista y me hizo un comentario que me vino como brisa en Primavera:

"Dra, usted habla de formas de encontrar la felicidad de formas muy novedosas y prácticas; sin embargo casi no ha mencionado a Dios. Qué lugar ocupa Dios en nuestra búsqueda de la felicidad?"

Se me vinieron varias cosas a la cabeza. Primero que es verdad, hace ya buen tiempo que no hablo de Dios, como tal. Segundo, vino a mi memoria AQUEL día.

Si me siguen, verán que no he sido lo que se podría decir "una chica que ha hecho de todo", así como los chiquitos que se ven en la serie "Skins" de MTV, ni como lo que se ve en películas tipo "No se lo digas a nadie", o como los muchachitos que bailan perreo cuando se van a discotecas de día. No. 

Hace varios años, cuando me encontraba en la mitad de la secundaria, tenía un gran grupo de amigos en mi barrio, éramos varios chicos y chicas, todos muy alegres y divertidos. Solíamos reunirnos casi a diario a eso de las 7pm, después de hacer las tareas y antes de que nuestros papás lleguen a la casa. General ente pasábamos el rato conversando, haciendo bromas o agarrando con los enamorados (los que tenían). 

Pasaron muchas cosas, aprendí mucho en esa época (fumar, bailar, bromear, besar). Me equivoqué mucho también. La sucesión de eventos tuvo un giro particular cuyos detalles serán motivo de un post especial, si no es un editorial; la cosa es que estaba ahí yo, pensando suicidarme a los 13 años (dizque). Como esa frustración cuando uno es jovencito y amenaza con irse de la casa. En este caso  de verdad quería morir, pero en una forma simbólica; no era por pena, era por culpa, obviamente no lo iba a hacer pero sí deseaba un cambio drástico que corte con todo ese tema; cuando se te cuelga la compu queda resetearla, cuando no ves la salida y te falta claridad mental, sólo quieres resetear. Yo quería resetear. 

Yo, muy católica, pensaba que debiera ir primero a misa así que fui a la de mi barrio. En mi barrio hacían una misa muy especial los Domingos por la noche, duraba como 2 horas y el cura hacía un devocional con luces y cánticos que le sacaban el diablo a más de uno. La cosa es que me encontraba ahí yo, llorando como descocida pensando qué dirían mis papás, qué sucederá con mi ropa? De pronto, sólo escuché en medio de los cantos y los rezos una frase que apareció para mi como el sol después de la tormenta, como el billete encontrado en la casaca vieja, el trocito de chocolate al fondo del cono del Frío Rico, como la opción "Restaurar" que aparece en el Office después de que se reseteó la compu y te salva los documentos que no guardaste. Eso mismo. 

El cura dijo: Dios no siempre nos da lo que queremos pero siempre nos da aquello que necesitamos. 

Yo dejé de llorar, casi no pude escuchar el resto de la misa por la alegría que sentía. Ya daba igual lo que hubiera pasado, todo estaba bien nuevamente. Había vuelto a nacer. Es difícil de explicar o comprender, es muy fácil de sentir. Al terminar la misa volví a casa y guardé todo aquello que atesoraba como mi máquina personal de tortura (recuerditos, cartas y sonseras). 

Al día sgte, volvía del colegio en bus en vez de la movilidad, cosa que hacía cuando quería caminar y pensar más. Cuando llegué al punto donde me bajaba, me levanté y poco antes de salir del bus,  levanté la vista y ahí en el marco de la puerta estaba un sticker que tenía la cita de Jeremías 33:3



Yo sonreí y desde ese día hasta el día de hoy tengo una Biblia en mi cabecera, desde ese día hablo con Dios como lo haría con un padre o un hermano. Yo quiero mucho a Dios, y siento que El me quiere también. Siento que las cosas del Nuevo Testamento son ciertas pero también siento que se reinventó  (si es que no es otro) en el Nuevo. Sé que con una mano castiga pero sé que con las dos manos abraza. A veces dicen que "hay que temer a tu Dios" , yo no le tengo temor, yo le tengo respeto y sobre todo siento confianza; confianza de que me comprende y ama. No tengo la más mínima duda de ello. Siempre he confiado en El y no hay día en que no hable con El y el me responde en cosas que van desde pájaros tomando agua en un charco en la vereda, flores brotando en medio de concreto, gente que para el tráfico para que cruce una familia de patos y en las sonrisas de mis padres y hermanos hasta cosas como que me salve de morir más de 5 veces (no hablo de suicidos, ojo). Yo lo siento a mi lado y El está en todos lados.

No hablo con alguna autoridad religiosa, no soy monja, sacerdotiza o pastora de ninguna religión, sólo cuento mi experiencia personal. Es frecuente escuchar críticas hacia Dios basadas en defectos de la Iglesia. Yo pienso que las religiones no definen a Dios, los actos de los humanos no lo definen a El, definen a la humanidad y a nuestra relación con El. Además no todo acto "malo" es un rechazo a  El sino una necesidad más grande. Cuando analizo el tema, veo que todas las religiones convergen en lo mismo y esa es la búsqueda de Dios, sea éste Buddha, Alá o los extraterrestres; hasta los ateos lo estan buscando en su incredulidad. Es pues la búsqueda y el encuentro con Dios la causa y fin de la existencia; encontrar a Dios en uno y en lo que habita la Tierra, es cerrar el círculo.

Finalmente le dije al señor que me hizo esa pregunta: Tiene razón, no lo menciono. No lo menciono porque El está en todo, para empezar, tenemos la oportunidad de aprender de los momentos difíciles precisamente porque El nos lo envía. Podemos desarrollar capacidad de amar y perdonar justamente porque El nos diseñó capaces de hacerlo, tenemos motivos para alegrarnos porque El así lo hizo. Nosotros somos El, de El y para El. 










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