viernes, 8 de agosto de 2014

Dragón #1: La desilusión


El recuerdo más antiguo que tengo es el de un lugar muy frío, habían trenes (ahora lo sé) y yo tenía este deseo imperioso de que me cargue una persona diferente a la que me estaba sosteniendo.



De niña yo recuerdo haber sido más pegada a mi papá, admito que me sorprendió encontrar años después una foto de ese momento y ver mas bien que lloraba en brazos de mi papá, seguramente porque quería que sea mi mamá quien me cargue.



Por muchos ha sido un mito algo extraño el tema de las mamás; mi abuela materna falleció cuando sus hijos eran pequeños y desde entonces (incluso antes) es considerada la Santa Patrona de la familia Olazabal, el epítope de perfección, belleza, bondad y sabiduría. Es una leyenda.



Mi abuela paterna reside en Europa desde hace más de una década, ella es alguien bien independiente y tuvo desde siempre una filosofía drástica para las cosas. Muchas veces esto y otros sucesos condicionaron que no tengamos con ella una relación típica de la abuela que te engríe y malcría. Siempre tuve opiniones encontradas y confusas respecto a ella, sin embargo mi papá la honra y adora con sigilo y una tierna ilusión que, mejor que una opinión o juicio, me genera una dulce paz.



Mi madre es una persona genial, y no lo digo yo, en verdad lo es. Sus dignos actos han recibido felicitación pública hasta en periódicos y ha logrado muchas alegrías y recibido muchas bendiciones más. Es una hermosa mujer, de bien, luchadora, honesta, realizada profesionalmente, entregada a los demás (tanto que hasta yo en algún momento la he criticado). Pero quizás la virtud que más le admiro es esa cosa que tiene de tomar decisiones por demás irracionales en el momento pero un tiempo después todos agradecemos que la haya hecho. De pronto es como el caballo de Alfonso Ugarte: pica el paso sin temerle a nada, solo que felizmente lo hace sobre tierra firme.

La primera vez que la vi llorar fue cuando me contó del fallecimiento de su mamá. Entonces la gente podía morir, entonces los adultos también lloran, entonces también los padres en algún momento fueron niños. En ese momento yo sentí un "crack" en mi caparazón de niña. En algún momento mamá también partió ese caparazón. Era difícil de comprender en ese entonces pero ahora lo veo clarísimo.

Recuerdo que durante el viaje de inmersión del año pasado a USA, con la gente de la Maestría, no sé de qué ni como; estaba conversando en el bus con el patita que me caía más bomba (peor) y de pronto me dijo:

- Nadie hace nada bueno por nadie sin esperar algo a cambio. Hasta los que hacen obras sociales, incluso en nombre de Dios porque están buscando su propio beneficio, aún si fuera espiritual.
- Qué ha hecho tu mamá contigo?- le dije
- Ah?- me dijo descuadrado

Yo pienso que los primeros ojos a través de los que vemos son los de nuestra madre. Cuando me cruzo con personas con ese sentimiento que no hay esperanza, no hay salida, que no conseguiremos nada bueno o que no existe tal cosa como "ser feliz"; ha de ser que de niños no han sido capaces de presenciar el milagro que hacen las madres de cómo lo dan todo, lo hacen todo, lo pueden todo. Si no pudieron ver la felicidad de su madre con un simple erupto, la maravilla al oir nuestras primeras palabras, el encanto al vernos leer. Muchas de las personas desesperanzadas que circulan por ahí son personas que han tenido que afrontar la desilusión desde muy jóvenes.

Si te pones a pensar, toda la vida es una ilusión, la ilusión del mañana, de que será un nuevo día, de que las cosas se solucionarán, que nuestros sueños se cumplirán. El estar vivos de por sí es una bonita ilusión vuelta realidad. Mientras nos esperaban, nuestras madres soñaron con nuestra existencia, es pues que la ilusión y la vida misma, vienen a través de ellas.

Valga decir que no es lo mismo desilusión que momentos difíciles o desgracias. Pueden haber desgracias pero la ilusión y la inocencia quedar intactas.

Pienso ahora en mis abuelas y las veo como si hubieran sido ambos lados de una moneda. Pienso en mi abuela materna, la leyenda, cuántas tristezas habrá albergado en su corazón? Imagino de pronto que en algún momento también habrá sentido miedo, dudas, arrepentimientos. Al final vino la muerte y siento que aún aquellos momentos supieron sacar lo bueno de ella, al final fueron sus virtudes y fortalezas las que permanecieron y pudieron más con el paso de los años. La venero por enseñarme el valor de la Flexibilidad.

Pienso en mi abuela paterna, ella siempre ha sido muy protocolar, cocinaba banquetes suculentos y siempre bien presentados, muy delicada y con un sentido estético típico de su ascendencia oriental. Ahora comprendo que ella, pese a sus lujos, no tuvo una vida fácil. Ahora que también tuve mi faceta de independencia, comprendo su distanciamiento, su aparente frialdad. Comprendo que de alguna forma nos mantuvo alejados a todos porque estaba de viaje, un viaje hacia su propia identidad. La venero y honro por enseñarme el valor de la Independencia.

Pienso en mi madre y comprendo también que con su efusividad, su entrega, su capacidad de discernimiento y a la vez sus decisiones aparentemente impulsivas; está honrando cada segundo. Pienso que ella hace lo más que pueda por hacer presente e intenso cada instante. La venero por enseñarme el valor de la Presencia.

Enfrento al Dragón de La Desilusión con lo que aprendí de las mujeres que me dieron la vida, me vuelvo dócil agua que fluye adaptándose a las situaciones, no pongo resistencia, soy libre de cambiar de opinión o de mantener mis creencias. Soy libre de expandirme a mis anchas y de contraerme cuando mi alma me lo pida y no sentiré remordimientos por ello. El Dragon de La Desilusión no se vence, se le pasa de largo, se le envuelve, podemos hasta tomar su forma, pero sigo de largo. El Dragón de la Desilusión se domina con cada aurora, viviendo. Mientras fluyo, emito un cántico que es suave como un murmullo y a veces es fuerte como un trueno; junto el Yang de la Madre Tierra y crezco en el verde de los campos y elevo mis brazos cual flor hacia el cielo, hasta tocar cada una de las estrellas de mi firmamento.






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