Uhmmm mi primer y más vívido recuerdo como mujercita, es a través de las carteras y zapatos de mi mamá. Simplemente amaba buscar entre ellas, encontrarme pintalabios, monedas o aretes olvidados en ellas.
Los tacones siempre me quedaban tan grandes, sus joyas se me hacían súper brillantes, el maquillaje glamoroso. Todo era tan "para grandes", que me alocaba pensando cuándo sería el día o época en que pudiera pintarme todos los días.
Un día vino a casa el hijo de unos amigos de mi papá que me gustaba mucho, yo, para arreglarme para la ocasión; me puse sombras turquesas y los labios rojos rojísimos. En mi mente estaba (según yo) con un ligero toque de color que le daba un je-ne-sais-quoi a mi carita pueril. Mi mamá me hizo lavar la cara más rápido que inmediatamente, y me dijo que a los 13 años me permitiría utilizar brillo labial. Punto.
Años después, cuando llegaron los famosos los 13 años, ni me interesaba utilizar maquillaje. Más bien, utilizaba polos de mi hermano mayor y pantalones carpintero. Cuando quería lucir sexy, utilizaba los polos de mi hermanito menor porque me quedaban más ajustados. Ya tienen una idea. Oí un rumor (que nunca supe confirmar) de que mi primer enamorado me dejó de querer porque "no me vestía acorde a mi edad". Menudo idiota.
Después vino mi gusto por la ropa ajustada, no escotada, pero sí ajustada y oscura. Después sí empecé a usarla escotada, y ya en la universidad se me dio por súper accesorizar y feminizar mi look. La bijouterie lo era todo! Así también los colettes y las pirañas, los ganchos, las vinchas. Todo combinaba y cambiaba a diario. Tenía más anillos que motivos para usarlos, y así era feliz. Me encantaba ir con botas a la U, el combo matador era usarlos con una mini celeste y un top rosa. Mis papás cuentan que una vez estaban en la U y vieron a lo lejos a una chica con sus botas y mini y pensaron "Esa maroca", luego esta chica se vino acercando y resultaba que era yo. (Maroca: dícese de una mujer de ligera o dudosa reputación) Ojo: no es que una deba vestirse ráudamente para merecer respeto. Simplemente me pareció graciosa esta anécdota.
Le agarré el gustito por ir a salones de belleza regularmente para que me hagan manicure. Toda la vida me he comido las uñas y están siempre al ras, iba más que nada porque disfrutaba cuando sacan los pellejitos de los costados o cuando acomodan la cutícula. Así también, me gustaba el hecho que una chica me toque y masajee las manos por casi una hora, y que no haya tenido que llevarla a cenar ni hacerme su amiga.
Después vino la época del buzo eterno y finalmente ahora estoy en la del sport-casual-oficina-campestre. No uso cafarenas (ya) y no tengo zapatillas. Nunca (el 99.9% de las veces) me pinto, menos me voy a pintar los ojos, los labios sí, todos los días y me gusta que estén rojo encendido, vino o mora. El blush también lo utilizo, mi cutis está controlado, no le entro con furia a la base o los polvos desde que un amigo mío dermatólogo me chapó la mentira cuando me fui a hacer atender y le dije que no estaba usando maquillaje, pensando que no se notaba y que me saldría con la mía. Pues, sí se notaba y eso que no suelo abusar.
Hace un par de años empecé a acudir para depilaciones, no soy una mujer velluda ni tampoco voy por placer; pero sí fui por curiosa. Ahí me ensarté y desde entonces voy porque tengo que ir. Felizmente no me depilé los brazos, las piernas o el rostro.
El Dragón de La Feminidad es uno bien lindo con listones, traje de porrista y glitter en sus pestañas. Hay que disfrutarlo, saberlo llevar, combinar y sobre todo, no olvidar que es un Dragón; no una misma. A veces las mujeres dedicamos tanto tiempo a nuestro aspecto y cuidado personal, que pasa de ser un mimo o relajo, a una responsabilidad itinerante. A la feminidad hay aque explorarla y no confundirla con las apariencias. Ser femenina no implica sólo la ropa, el andar o el maquillaje. Si quieres y puedes ser la versión real de Carrie Bradshaw, dale! Está perfecto. Insisto: no es que a menos interés por la apariencia, mayor valía.
Estoy hablando de las cosas que hacemos para estar acorde con el género femenino. Considero que una mujer es "bien mujer", cuando más firmes sean sus convicciones, más redondos sean sus sueños, mejor cuidado esté su corazón, sean brillantes sus palabras y sus objetivos sean jóvenes que se renuevan cada mañana. Una es más femenina conforme ama y venera sus raíces en la Madre Tierra y su naturaleza salvaje, entonces una mujer es como una flor, tan llena de vida, belleza, entrega, firmeza y esperanza. Todo lo demás es polvo iridiscente, es espuma.
Estoy hablando de las cosas que hacemos para estar acorde con el género femenino. Considero que una mujer es "bien mujer", cuando más firmes sean sus convicciones, más redondos sean sus sueños, mejor cuidado esté su corazón, sean brillantes sus palabras y sus objetivos sean jóvenes que se renuevan cada mañana. Una es más femenina conforme ama y venera sus raíces en la Madre Tierra y su naturaleza salvaje, entonces una mujer es como una flor, tan llena de vida, belleza, entrega, firmeza y esperanza. Todo lo demás es polvo iridiscente, es espuma.
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