viernes, 7 de noviembre de 2014

12 Gemas - Prólogo

Retrocediendo en el tiempo, probablemente el primer recuerdo que tenga respecto al mundo espiritual o metafísico, sería aquella época cuando tenía 8 años y tenía un sueño repetido, que me hacía siempre despertar cubierta en llanto y me llevaba a salir corriendo al dormitorio de mis padres o contarlo entre mis primos cuando nos reuníamos a contar historias de miedo en algún cumpleaños.

Habían cosas que podrían tener sentido común y otras que asumo tenían sentido de niño. Este sueño empezaba en mi casa de entonces, pero en otra ciudad, sería ¿Japón? Me encontraba sola en casa y esto me parecía muy extraño porque normalmente y más en esa época en que se hacían remodelaciones y alguno de mis papás solía estar. Mi hermano menor tenía menos de un año, nosotros éramos niños también, ya me entiendes. La cosa es que abro la puerta de la calle y encuentro una escena dantesca con algunos miembros de mi familia. Luego pasan otras cosas más que son igualmente de atemorizantes como confusas que no vienen al caso; entonces sólo atinaba a correr aterrorizada a esconderme en mi cuarto. De pronto, cuando pensaba que todo estaba perdido, el pasillo que llevaba de los dormitorios a la sala se iluminaba de blanco incandescente. Yo daba pasos titubeantes hasta llegar finalmente al dintel de la puerta y entonces empezaban a aparecer las puntitas de unos rayos de color rojizo, otros celestes. Si seguía caminando, acabaría encontrando que esos rayos me llevaban al Corazón de Jesús.

Me tomaba un tiempo levantar la vista, algo me decía que debiera hacerlo, otra parte que no. En mi corazón sabía que necesitaba verlo, otra parte de mi me decía que una vez que lo mire, todo en mi cambiaría y no habría marcha atrás. Era bueno para mi, al fin y al cabo, dejar ese mini infierno y dejarme envolver por la divinidad de esa luz?

La responsabilidad del saber es algo atemorizante, mucho más que el peso de la ignorancia, la fragilidad de la ilusión y el dolor del sueño humano. Antes no estaba segura pero ahora estoy dispuesta a pagar el precio.

Si Dios/Universo/El Uno, tuvieran un kiosko, yo me aproximara y le preguntara:

- ¿Cuál es el precio que tiene la verdad? 

Seguramente me respondería: 

- 12 Gemas.


"Las cosas mas importantes son las más difíciles de decir"





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